Ecos De Sabbath; Ogre – “Dawn Of Proto-Man” (2003)
Le sacamos el polvo a esta sección que en su tiempo, nuestro buen amigo y compañero Edu Sabbath, hoy en día pasto del mercado laboral, creó con toda la ambición del mundo para rendir culto a aquellas bandas que traen tras de sí, el legado y la hegemonía de las eternas huestes de Birmingham.
Evidentemente a esta sección le vamos a dar mucho juego en los próximos viernes por llegar, la misma se irá alternando cada cierre de semana con nuestras otras dos secciones; “Clásicos Del Género” y “Sonidos Del Ayer”. Porque sí, porque siempre nos gusta cerrar cada semana, recordando clásicos, darle vuelta a los grandes pesos pesados del rock, sin importar su fecha de publicación, tan solo la calidad que habita en él. Que mejor manera de empezar un fin de semana que esta.
Después de haber disfrutados de clásicos del doom más primitivo con las reseñas de Witchfinder General y su EP “Soviet Invasion” (reseña aquí) y Pagan Altar con su primer volumen (reseña aquí), ambos surgidos en el año 1982 y siendo las últimas entregas de esta sección, nos adelantamos en nuestro vehículo temporal para asistir a una de las bandas fetiches de un servidor, con redondos en su discografía de la envergadura de “Seven Hells” (reseña aquí) o “The Last Neanderthal” (reseña aquí), este último siendo su lanzamiento más reciente, en el que fuera el nacimiento de uno de los power trío más en forma del underground norteamericano, Ogre.
Precisamente cuando el pasado miércoles se cumplían 49 años de provechosa existencia del que fuera el homónimo e histórico debut de Black Sabbath, hacemos lo propio con el debut de esta banda, venida del otro lado del charco Atlántico y con los primeros discos de las leyendas británicas como sus principales fundamentos.
Nacidos de una cuna tan importante como es el estado de Portland, tan solo 4 años después de su fundación llegaría el álbum con el que se estrenarían al mundo, “Dawn Of Proto-Man”. Würmhole Records lanzó el estreno de este power trío originario de la ciudad de Maine tan solo 3 años después de que la banda presentará con una demo de 6 canciones, llevando esta a su debut en el “Greatest Hits Vol. 1” de Water Dragon Records, un compilado que también traía primeras pistas de unos noveles Grand Magus por aquel entonces.
Decir que Ogre lo conforman Ross Markonish, Ed Cunningham y Will Broadbent. Este power trío es el original de la banda desde el año 2000, justo cuando el batería Broadbent y el guitarra Markonish abandonarán su proyecto anterior en Hello Monster y decidieran dar rienda suelta a sus ideales setenteros y el ritual al heavy metal de la época.
Entre imaginarios mundos que se debaten entre la ciencia ficción y una narrativa proyectada a la literatura inglesa, Ogre se estrena a lo grande y comienza lo que hoy en día es una de las discografías más completas que podamos escuchar. Aunque la banda en muchas partes de sus discos tiene un claro patrón en seguir la sombra de Black Sabbath, no quita el rodeo que pueden dar por diversos páramos del universo setentero. Prueba de ello pueden ser pistas como “78”, tema más corto del disco, una especie de rock’n’roll del infierno impulsado por un demento ritmo a la batería y un Markonish desatado en los solos. Lo mismo se puede ver en la apertura que lleva el nombre de la banda, “Ogre”, declarando su incondicional amor por el heavy metal de la vieja escuela a base de feroces riffs. Y ya que hablamos de riffs, el mismo riff de “Suicide Ride” puede hacer recordar al de “Breadfan” de los seminales Budgie, solo que partido a la mitad. A partir de aquí, los norteamericanos parezcan poseídos por el espíritu de Motörhead y nos ofrendan con un tema que bien podría estar en un tabernáculo como “Overkill”.
Profundizando en el disco y sobre todo, haciendo hincapié en los temas más largos es dónde Ogre nos muestran de la madera que están hechos. Soberbio en las voces Ed Cunningham, con unas semejanzas cristalinas a Ozzy. El claro espíritu por el que metemos este disco en tan señalada sección aquí brilla con luz propia. No me gusta el final alegre que tiene un memorable cuento triste como es “The Jaded Beast”, una oda al mejor heavy metal, con asesinos y tradicionales riffs entre letras que nos cuentan las batallas finales entre el hombre y la máquina. “Colossus” es otro temón de los buenos, dónde vuelve a primar las mejores partes lentas de Ogre, con un oscuro blues melancólico y dejando una firma realmente elegante y totalmente atemporal para una banda de su tiempo. Lo de “Black Death” en su cierre con sus más de 11 minutos es de traca, puro Black Sabbath, totalmente espeluznante, entrando de lleno en la verdadera materia de Ogre con ambientaciones fúnebres y sombras que se levantan tras de sí para llamar al coloso que reclama su reino. Tres años después, los de Maine repetirían la misma gesta con las similitudes que trae la clausura de “Seven Hells”, “Flesh Feast”.
“Dawn Of Proto-Man” es sublime, tétrico, un álbum para el personal que idolatre el reinado de Black Sabbath en la primera parte de la discografía de los británicos. Dicho esto, Ogre supera con creces cualquier tipo de expectativa, bautizándose a lo grande con uno de los mejores debut vistos en el nuevo milenio. Desde un principio la banda marcaba la senda del sonido a conseguir y el estilo por el que tenía su máxima fijación, el debut así lo refleja; crudo, áspero, pero conservado con el paso de los años (16 años ya) como un verdadero pata negra.