Sonidos Del Ayer: Solace – «A.D.» (2010)
Stoner / Heavy Metal / Doom
Siete años han pasado ya desde su colosal último trabajo, “A.D.” y son para muchos los que sigue perdurando el legado de estos Solace que culminaron en el 2010 con este cuarto larga duración, una carrera originada a mediados de los 90.
Los músicos de Trenton fueron una de las mayores explosiones dentro del nuevo milenio con la producción de cuatro incendiarios trabajos dónde ese pesado rock desplegaba sus alas como un ave fénix salida desde el mismo corazón neoyorquino.
Aunque son muchos los que la consideran como una banda bajo la etiqueta heavy metal, sus conocidos se mueven más dentro de la comunidad stoner. Solace nace en el año 1996 de las cenizas restantes que dejaron la banda Godspeed. Tres de sus primeros discos iniciaron el camino vertiginoso que alcanzaría la cima con este portento llamado “A.D.”, uno de los grandes de aquel 2010, que hoy traemos sus mejores recuerdos a nuestros “Sonidos Del Ayer”.
Este imprevisible negocio no le ha sonreído precisamente a estos artistas de New Jersey que han tenido que pasar hasta por 8 baterías diferentes en sus 7 primeros años. Esta puede ser una de las tantas anécdotas que ahondan en la mala suerte de Solace, una banda que pese a caminar siempre al filo del abismo, nunca se han querido dar por vencidos y cuando anunciaron su cese indefinido, al año siguiente del lanzamiento de este “A.D.”, fue justo unos meses después, los músicos con un ansia devorada por el volver al ruedo, volvían a reactivarse. Después de 5 años desde ese anuncio, sus fervientes seguidores siguen clamando al unísono por un quinto disco que se resiste con el paso de los últimos años.
Lejos de enfrascarse en algún género en concreto, su frontman Tommy Southard caracteriza la música de Solace como todo un rodillo del rock’n’roll, una banda de rock duro, de metal, y de eso somos testigos al mini segundo, cuando le damos play a la inicial “The Disillusioned Prophet” y encontrarnos ante un mundo que puede servir como todo lo transcurrido hasta la fecha dentro de la historia del heavy metal. Desde la técnica a la guitarra de Justin Daniel, enfundado bajo la piel del Tony Iommi más fino, pasando por las contundentes oleadas instrumentales que muestran el destacado groove de Rob Hultz (bajo) y Kenny Lund (batería), quiénes dan esa propulsión para hacer de todas y cada una de las canciones de este “A.D.”, verdaderos himnos de batalla.
A pesar de que siempre han intentando desmarcarse de los géneros más pesados sus actuaciones en festivales como el Roadburn Festival o el mítico Emissions From The Monolith están dentro de las vivencias como banda y la pesadez de su música no es que precisamente pase desapercibida. Su gran combinación de ideas, hace que la mágica producción llevada en este cuarto trabajo, obra de Benny Grotto por cierto, se pueda disfrutar de toda la música de Solace en su máxima expresión. Muchos momentos Sabbath en el álbum con la tercera “Six Year Trainwreck” y esos infecciosos riffs que hacen de esta canción que un pésimo día se convierte en algo por lo que recordarlo. Los cambios a la guitarra son esenciales en Solace, ojo a la doomster “Za Gamman”. “The Inmortal, The Dead And The Nothing” o el cierre “From Below”, muestran una fluidez monolítica en todo el trabajo y un gran dinamismo mostrado por la sección rítmica de la banda, estableciendo ese groove rock como núcleo principal. Todo un repertorio de canciones incansables a la hora de catalogarlas una por una, podría estar todo el día sacando adjetivos a este disco como los que merece los cambios de ritmo de “The Skull Of The Head Of A Man” y fulminante punk que arrasa todo cuanto este a su paso en poco más de 2 minutos.
“A.D.” es toda una declaración de intenciones sobre las grandes aspiraciones que pueden conseguir estos músicos si los tenemos en su mejor momento de forma, un híbrido entrelazado entre el stoner, doom y metal con el persistente sobre esfuerzo de auto-superarse tal y como marca toda su discografía. Desde el underground norteamericano, “A.D.” es oscuridad pura desde sus letras hasta sus embestidas. No solo es un disco recomendable, sino un trabajo tan aplastante que haría bailar hasta un rinoceronte. Grasiento, jugoso y con la mayor grandeza del señor riff tras él, de lo mejorcito de aquel año 2010, que traemos siete años después.