Rider Negro – “The Echo Of The Desert”; Laberinto en un paraíso ancestral…

 

La primera vez que escuche esa sinfonía psicodélica con tal proyección psicotrópica en su haber, quede cautivado ante su imaginario universo. Esto pasó a principios de año con “Dry And Soft” (ver aquí), el primer single con el que se revelaban Rider Negro.

La primera impresión mía fue la de llenarme interiormente ante una naturaleza embaucadora, lleno del exotismo más propio de los Doors. Así es, larga es la sombra del “rey lagarto”, y esto solo evidencia porque los históricos californianos eran uno de los puntos culminantes en los mejores estandartes de la historia al rock psicodélico.

Tiempo después, remontándonos ya en el mes de Marzo, llegaría el nuevo single (ver aquí) de estos aztecas, esta vez bajo el título de su álbum debut que hoy venimos a presentar.

Ante todo hay que destacar con un notable bastante alto, el prometedor estreno de estos músicos confinados en los suburbios del norte de la capital mejicana. Capaces de combinar esas concordancias demenciales bañadas por Hammond, el ácido de los primeros Floyd y todos esos elementos que hacen del desierto su hábitat natural. Reuniendo todas estas particularidades, nos encontramos ante un exótico paraje rodeados de la flora y fauna más salvaje, pero siempre siendo conscientes de su ADN que lo mantiene en contacto con las estrellas.

Diez días han pasado en el día de hoy desde que estos músicos lanzarán al espacio este “The Echo of The Desert” y en él, pasando por las vertientes del progresivo, psicodélico, o su larga instrumentación sinfónica, no deja de concentrar un rebosar de acidez propia de elogiarla entre las mejores de su linaje. Las mantras aquí asentadas son un condicionante más que nos prepara en esta lanzadera a punto de despegar. Con todo esto, el arco de influencias del power trío se abre hasta dónde no alcanza la mirada; Pink Floyd, The Doors, Santana, Fleetwood Mac… todo parte desde una cálida estancia, dónde este floreciente jardín, emana las mejores especias psicodélicas.

Un baile de total oscuridad se propaga en bazas buenísimas del redondo como esos 4 actos que contiene “The Wizard”. Aquí se completa la versión más redonda de unos Rider Negro dónde se definen entre todo su conjunto de prestaciones, de inventivas llevadas al más allá de nuestros pensamientos más surrealistas, siempre dentro de ese confinamiento entre nuestra tuna desértica bajo el objetivo de los Floyd más extravagantes. Por otro lado, los primeros sencillos de Rider Negro definían mayormente sus gustos musicales a través de viajes como los de “Dry And Soft”, soberbia en su ejecución como mejor columpio de nuestras emociones más tórridas. Este es un tema que desenmascara rápidamente su devoción por la tropa de Jim Morrison, otras en cambio como “Fires At The Cosmic Dawn”, nos llevan al salvaje oeste, a esos duelos al sol orquestados por la penetrante voz de Tiaca Serrano, pero es que más allá de sus notables rangos vocales, su destreza con la armónica también queda patente en esta apertura del redondo. “El Buitre” es otra de las destacadas del álbum, un sonido más fresco y una mejor conjunción en las rítmicas, nos llevan hasta el universo de Santana, prosperando en todos sus matices y rellenando de tonalidades este gran valle multicolor. Lo gordo, si es que aún cabe más, llega con los 11 minutos de “In An Ancient Ziggurat”, un descenso total a los principales fundamentos del maestro Syd Barret. El aire caliente emana de esta culminante jam session, digna de elogiarla por encima del resto. Al mismo orden, y de la manera más equilibrada, es un puñetazo sobre la mesa de Rider Negro a la hora de proporcionar, fuerza, creatividad y ejecución.

El tramo final del disco nos zambulle en esa espiral psicodélica como tónica del álbum principal, pero elevando aún más los grados de inclinación. El éxtasis de “Tehran Conjuring” nos devuelve a ese oscuro pozo sin fondo, dónde ese descenso hacia el abismo, jamás quieres que acabe. Un suicidio sin fin como puerta que conecta al más allá, deleitándonos con una de las mejores cartas que siempre presenta las armonías del espectro psicodélico; la incertidumbre de la misma. La misma canción que lleva el nombre del álbum, consuma otra de esas liturgias a nuestro siempre familiar territorio desértico, bajo las pautas más atrayentes.

Saborear el mejor néctar de estos Rider Negro, es llevarnos hasta esos paraísos desconocidos, propios del mejor trance, inhóspitos de la fauna más exótica. “The Echo of The Desert”, abre las puertas a este sensual mundo dotado del mayor de los misticismos como ópera triunfal del nacimiento de esta banda. Inconmensurable en todos sus aspectos, la mantra que aquí se despliega en sus 55 minutos de sinopsis general, nos baña a través de nuestro dios Sol, y el arrumaco en nuestras cálidas noches selváticas.

 

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