“Dancing In The Dark”, aires otoñales en el poliedro de Lucid Sins

 

La fina prosa ocultista bajo ese manto acurrucado al elegante progresivo de Lucid Sins, está de vuelta tan solo dos años después de un notable “Cursed!” (reseña aquí), como uno de aquellos lanzamientos que marcaron un fatídico curso como fue el del 2021.

Siguiendo su periplo por el sello Totem Cat Records, el dúo de músicos compuesto por Ruaraidh Sanachan y Andreas Johnsson, vuelven a ese estilismo único que caracteriza su firma sonora con el nuevo “Dancing In The Dark”.

Seguimos poblando de novedades nuestra cantidad de reseñas innumerables a este 2023, floreciendo de alguna manera unas listas “TOP” que esperan ansiosas a la vuelta de la esquina. Nombrar este hecho con Lucid Sins como protagonistas principales tiene mucho que ver, ya que esas ideas de esa belleza progresiva, que de alguna manera entraba de lleno en el firmamento sesentero, tiene aquí presente uno de sus recursos actuales más valerosos.

Con la llegada del otoño, los escoceses saben entrar por la puerta grande enmarcando su músico con la estampa estacional que se vive en el presente. Es por eso que bajo una anecdótica noche de domingo lluviosa sobre nuestra isla de Tenerife, me dispongo a escribir unas letras sobre el mismo, bajo la mejor de las familiaridades.

Dancing In The Dark” brilla en una multitud de detalles… Más allá de citar influencias esenciales en su música que pueden ir desde Wishbone Ash, pasando por Fairport Convention, sus colegas británicos de Wolf People o incluso unos incondicionales de los 70 como son Blue Öyster Cult, combina todo tipo de territorios en el nuevo álbum. La unión del folk, el rock progresivo y el ocultismo se funden en uno creando un entorno fascinante, pero sobre todo penetrante, ya que si hay algo que tiene la música de Lucid Sins es su fácil inmersión en la naturaleza oculta, la melancolía de paisajes dónde las emociones se vuelven aflictivas.

Hablamos de un disco que parezca más propio de ser un árbol de navidad, sus muchos adornos combinan ese efecto dónde la sutileza es la tónica general del álbum y a partir de aquí elementos jazzísticos, entradas de clarinetes o panderetas y la épica de su propia narrativa, funden todo este contorno al paisajístico marco progresivo.

Cabe recalcar el entusiasmo de ambos músicos y ese dominio en el largo abanico de la cantidad de instrumentos del que aquí disponen, haciendo un frenesí embriagador en algún punto de ese proto rock ocultista entre el desvanecimiento sesentero y el amanecer de los 70.

El progreso es la única meta en “Dancing In The Dark” y esto se expone en todo el grimorio sonoro siempre orquestado por la poesía de Andreas, llevando ese fondo de armario a una creatividad de ilimitados matices y sobre todo, que es lo que realmente me apasiona del trabajo, su énfasis por la espesa arboleda, su conexión con la madre naturaleza, la misma que procede desde los profundos bosques, y adquiere el hilo musical necesario con este álbum, proyectando esas muchas sombras en conceptos como el amor, la magia o la propia muerte.

Un calor corporal crece en intensidad con las escuchas de este disco, te da a entender esa maniobrabilidad entre esos surcos psicodélicos y como esa seña de identidad musical en Lucid Sins, adquiere nuevamente otro capítulo fascinante para recalcar a una discografía muy emocional.

 

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