Weedsnake – “Grimorium Cannabinarum” (2023)
Sludge / Stoner / Doom
Lo que yo considero como el último martillazo del año, no así como la última novedad en entrar, siempre es un placer ver como esa viscosidad de la cantera mexicana, sigue emergiendo de las profundidades en forma de grandes registros, grandes momentos que de una materia u otra, solo acaban definiendo la grandeza de una de las escenas más emergentes de los últimos tiempos.
Es tiempo para tratar a fuego lento sobre lo nuevo de Weedsnake, músicos que ya topamos con su última entrega “Cannabinoide” (reseña aquí) en 2019 y que justo 3 años antes, los descubrimos con su segunda placa larga duración, “Reburn” (reseña aquí).
Este monolito errante, más propio de parecerse a los Bongzilla del sur norteamericano, vuelven a poner sobre el mapa la relevancia del verde universal y lo indispensable y efectivo que son sustanciosamente bajo la dosis correcta en otra nueva sesión de descarga masiva.
La novedad llega con Jack Amsler como nueva voz principal en unos Weedsnake, que precisamente en este puesto ya han sufrido varios cambios a lo largo de su carrera. Con el músico de Monolord, Esben Willems entre bastidores para pulir todas las impurezas (aunque suene contradictorio) y sacarle el jugo a la versión más reciente de Weedsnake, el nuevo “Grimorium Cannabinarum” llama a la épica constructiva de la banda.
Habiendo escuchado todos sus trabajos anteriores, puedo decir que este nuevo trabajo trae las mejores combinaciones hechas en su carrera, un disco hecho para el deleite del señor riff y comprobar la contundencia que puede adoptar los fangosos páramos del sludge/doom más crujiente.
Los ingredientes del mismo viran a sus principios más estrictos, y es que más allá de adorar a esa hoja dulce que quemamos, el culto Sabbath, la mecánica de riffs aplastantes, los alucinógenos momentos que entrelazan con su potente heavy psych y una funcionalidad propia de llevar toda esa narrativa hacía lo más despreciable del ser humano, crean la tormenta perfecta de matices con el que posiblemente sea uno de sus discos más agresivos.
La contundencia se une con lo pesado, y este choque de trenes es sinfonía para mis oídos, ya que bajo esos inquietantes prolegómenos que marca “Iniciación”, es con la apertura oficial dónde ese “Ritual” abre este infernal y celestial sonido. Ante todo, el malrollismo es omnipresente en todo el disco, las guturales de Jack también crean esa atmosfera de terror, tiene mucha presencia en el disco y sobre todo, el dinamismo de Weedsnake se abraza mucho en este disco con su diversidad de cambios de ritmo, haciendo más entretenido el viaje de “Grimorium Cannabinarum”.
Destaco temas como “Humos Púrpura”, brutal esa sección rítmica, aplicando densidad y mugre a este laberinto asfixiante y por supuesto “Hechicerdo” dónde la ingesta de estilos es la tónica del tema más rompedor del trabajo.
La primera parte del disco, deja minutos mucho más directos. El atropello es inevitable y pistas como “María” o “Magia Oscura” arremeten contra el surrealismo de nuestro subconsciente, aplicando los verdaderos principios sonoros de Weedsnake.
La segunda parte de “Grimorium Cannabinarum”, está hecha para la laboriosidad de Weedsnake. Una faceta algo más progresiva, no en su definición pero sí en su realización que acaban culminando con “Leche de Hongo”.
Dentro de un estado de inmersión como “Grimorium Cannabinarum”, me encanta este viaje que desciende hasta los propios infiernos de la banda. Parece incluso premeditado y eso me gusta. Considero que es un disco que puede perfectamente cristalizar la maduración de Weedsnake en toda su carrera, deja en todo un transcurso de aplastante marca en los 7 actos del álbum, su versión más acérrima. Sus canciones se van alargando en edificación y duración conforme avanzamos por sus estrechos pasadizos y desde este punto y viendo la construcción del mismo y la heroica de tal axioma, en las cavernas del sludge aquí descansa uno de los discos del año en su género.
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