AHAB – “The Boats Of The Glen Carrig” (2015)
Doom Metal / Post Metal
Me gusta por norma machacar los discos para poder hablar de ellos con verdadera justicia y criterio. Para descubrir su fortaleza o debilidad, juntas o por separado. Son los discos que después de muchas escuchas no dejan de sorprenderte. Evidente que sea para bien, los que contienen magia por todos y cada uno de los segundos que componen la obra en cuestión. Pero esta vez, aparte de esa magia que rezuma sin parar, nos encontramos con un disco que cada escucha es una cara de perplejidad por parte del oyente. Decir que no soy gran seguidor de Ahab, pero su nuevo trabajo, “The Boats Of The Glen Carrig”, es mágico, duro, minimalista, asombroso, bello y hasta casi extraño, por la alucinante maestría en la que todo está mezclado y compactado. Por cómo llega y se introduce su música por tus sentidos auditivos y sensitivos.
La hora y siete minutos que dura el último trabajo de los alemanes es para catalogarlo de épico. Funeral doom que recorre todos sus estados de ánimo para desglosar con los seis temas del álbum, una interesante y mastodóntica nube sonora llena de contundencia, terror, soledad y pasión. Del impresionante registro vocal de Daniel Droste, hasta las últimas y más delicadas o bestias caricias de Cornelius Althammer a su batería, Ahab, simplemente, lo cubren de oro con una impecable y brutal clase.
El comienzo del disco con “The Isle”, puede incluso descolocarte. Diez minutos de liturgia musical entre tú y Ahab para dar comienzo a una sucesión de minutos de los que difícilmente se podrá salir como se entró. De su minuciosidad y belleza hasta el minuto 2:19, donde Droste gime y da comienzo la garra aniquiladora de la banda, continuando con un gutural de escándalo y todo poderoso, hasta terminar derribando muros con una contundencia musical, atronadora y abismal. El segundo corte, “The Thing That Made Search”, comienza como su predecesora, hilando musicalmente nota tras nota, dejando estupefaciente al que se haya puesto a desmenuzar el disco. Tras una introducción majestuosa, el hilo de hilvanar música pasa a ser de más grosor y con él, la tranquilidad desaparecerá. En un vaivén entonces de subidas y bajadas, pero con la tensión metida en el corazón, marcharemos hacia el final sin respiración ni atención cerebral.
El epicentro del disco lo rige la gran tormenta, “Like Red Foam (The Great Storm)”, el tema más corto con bastante diferencia -6:25-, pero que marca la pauta de lo que se ha podido escuchar y de lo que está por llegar. En este, no hay tregua ni razón para que haya paz. Rabia y dolor de todos y para todos. Aquí los alemanes se enfurecen desde el segundo uno y dan muestras de sus capacidades compositivas y animales. Desde la tormenta ya nada volverá a ser igual. Y en este punto, se encuentra uno que aún le quedan tres temas por disfrutar y treinta y ocho minutos a los que sucumbir. “The Weedmen” son quince minutos para intentar asimilar lo oído, dejándote ver brevemente unos pequeños rayos de sol, pero todos ellos cubiertos de neblina y soledad, que te despieza con la misma agresividad y persuasión que “The Isle”. ¡Impresionante! “To Mourn Job”, que comienza como si de una nana se tratara –increíble lo de Daniel Droste–, deja de momento la suavidad y se sumerge rápidamente en la senda oscura y violenta que el disco derrocha por todos sus costados. Y para terminar, un bonus track, ¡por si se tuviera poco ya! “The Light In The Weed (Mary Madison)”, una canción, que como su letra, te arrastra al encarcelamiento, al acoso por el miedo sufrido y a la duda bien forjada. Pero todo es muy curioso, porque por momentos, o según se tome uno lo que escuche, no da la sensación de asfixia, sino de alivio, pero ahí radica la grandiosidad de esta música. Música para sanarse uno interior y exteriormente, independiente de su tono, volumen o destino.
Un disco simplemente bello, descorazonador y atronador.