Sonidos Del Ayer: Sons Of Otis – «Temple Ball» (1999)
Psychedeic / Stoner / Doom Metal
(Man’s Ruin Records)
Desde una gran escena underground como la del Canadá, veteranos curtidos en mil batallas, más de dos décadas infundiendo el sonido pesado, seis discos de estudio hasta la fecha, dos EP’s y un split y con muchos cambios en la formación, hoy toca la puerta de “Sonidos Del Ayer” el álbum “Temple Ball” segundo larga duración de Sons Of Otis.
“Temple Ball” llegó siete años después de la fundación de estos ilustres desolladores venidos de las cloacas de Toronto. Su fusión por ese trinomio compuesto del más pesado stoner/doom con coletazos a la psicodelia expansiva, caracteriza su sonido más fangoso. Como escuchar unos Mountain en su versión más grasienta y obesa, banda a la precisamente le rinden un pequeño homenaje con su hit “Mississippi Queen”.
No hablamos de un disco surtido de variedad, como suelo decir muchas veces, ante nosotros tenemos un producto para paladares exigentes. Su frontman Ken Baluke formó este blindado de armamento pesado a principios de los 90 y la fuerte influencia que recoge su estilo va desde el underground más cargante propio de bandas como Melvins o Fudge Tunnel hasta las bandas que descargaban más distorsión en los 70.
La anécdota de Sons Of Otis es su empeño en lograr al batería perfecto que logre cabalgar entre las densas atmósferas cargadas de nebulosas ofrecidas tanto Ken Baluke, como el bajista Frank Sargeant, inamovibles desde su origen. Ambos músicos han tenido que ver pasar hasta la friolera de once baterías, una larga lista de percusionistas que finalizaría con la llegada de Ryan Aubin en el año 2001, prácticamente diez años después de su comienzo.
El segundo trabajo de estudio de los canadienses es uno de sus puntos culminantes en una de las discografías más bestias jamás construidas. Su potencia más desmesurada te mutila en pedazos desde sus tres primeras canciones; “Mile High”, “Nothing”, “Vitus”, como unos Electric Wizard chutados hasta las cejas arrasan como una apisonadora no dejando títere con cabeza. Sons Of Otis es como un expreso sin frenos, no hay muralla que se le resista, sus composiciones doomster, demolerán todo cuanto éste a su paso. Ciertamente hay poco que distinguir entre ellas salvo ese cenagal lleno de lodo dónde te entierran hasta tu final.
Sin embargo no todo parece tan monótono, pueden conseguir fabricar auténticas piezas maestras como “Windows Jam” dónde se empiezan a ver guiños al Maestro Hendrix o Robin Trower, Baluke marca una dirección de lo más alucinógena a las seis cuerdas listo para transportarte a otra dimensión. Como un canto al heavy blues con el crujir del árido estilo stoner. Es en esos diez minutos dónde la banda se estira de tal manera que regalan una cósmica jam dónde se manejan como peces en el agua.
“Super Typhoon” o “Down” son bastantes directas con solo ver los título que llevan. La tormenta más asonante vuelve a desatarse con una oleada de riffs monolíticos propios para hacerte descender por toda esa espiral descendente. El cover a Mountain es tan solo una razón más para ver la larga lista de influencias que tienen los canadienses. A las tantas citadas, yo incluso sumaría otras como Hawkwind o Blue Cheer, sin embargo en “Temple Ball” lleva esa apreciación por parte de Baluke con los guitarreos que marcaba Hendrix a finales de los 60 y esas extrañas ambientaciones. Si bien las guitarras recuerdan mucho a la zurda de Seattle no lo es en la distorsión de las voces dónde está más lejos del clásico estilo de Marshall Hendrix.
Pocas melodías se pueden encontrar en “Temple Ball” para ser francos, la banda directa al grano, entrega lo que todo amante del sonido pesado busca. El amor por tocar e improvisar van cogidos de la mano, como una comunión entre Cream, Blue Cheer y la “Gypsies” de último Hendrix. Pueden tener un pie en esa década de los 90 que veinticinco años atrás, aun así, “Temple Ball” puede sonar tan fresco como familiar.