Crónica El Páramo + Mohama Saz (Sala El Sol, Madrid)
Un campo de energía flotante se comenzaba a crear en la sala El Sol de Madrid. A día 10 de Marzo de 2016, ondas de electricidad estática ponían los pelos de punta a todos aquellos que acudieron al evento, conducidos por un indescriptible magnetismo emitido por la circunferencia del escenario. El Páramo estaba a punto de abrir una noche de psicodelia inefable, de crear un nexo entre nosotros y el infinito universo de la música que existe de manera multidimensional.
Se abrió entonces el túnel de gusano. La energía se culminaba en este momento. Las continuas ráfagas de sonido, riffs como rayos eléctricos emanando del interior y las percusiones fulminantes, encontraron el equilibrio en el entorno caótico. Como una Stargate, el portal de tonalidades inexploradas iba conformando la intrincada estructura de la apertura. Desde la disformidad de la dimensión etérea de la música, comenzó a invadir nuestro mundo una procesión de entes que poseían nuestros oídos… y nuestras mentes.
Lo primero en llegar de todos ellos vino como un poderoso grito de guerra ¡”Ad Bellum”! Las guitarras se postraban ante su imponente aspecto, aclamando con salmos su magnitud, traducidos en magníficos solos. El bajo y la batería tejían un mullido tapiz áureo, por el que “Ad Bellum” desfiló frente a nosotros, como un escuadrón imparable de legionarios supersónicos que marchaban hacia la batalla. “Ad Bellum” se deslizó a un lado, y en una cascada de resonancias puramente stoner, “Aspid” emergió con fuerza, desgarrando el delgado tejido de la realidad. Un universo de potencia se retrataba en la cara informe del monstruo, extendiendo la vastedad del sonido por toda la sala, deslizándose por nuestros oídos, comandando al público. Es relativamente fácil crear stoner instrumental, pero no lo es tanto realizarlo con la misma excelencia con el que El Páramo consigue.
El torbellino musical que creó “Aspid” dejó una nube de partículas estelares sobre nuestras cabezas. Hicieron bien en darle “La Polvareda” como nombre al siguiente tema que sonó, denotando una instrumentación cuidada y realmente lograda en cada minuto del tema. Las secciones que más podrían ser producto de un obsceno mestizaje en una jam cualquiera, acertaban una solidez escrita en partitura en el escenario de El Sol. Emitió un brillo deslumbrante la brecha, que se agitaba y palpitaba precipitadamente, vaticinando que algo realmente inexplicable quería incurrir en nuestra existencia. ¡Reverenciad a “La Reina del Sol”! Ardiente y con un núcleo ácido, psicodélico, intenso y potente. Un verdadero portento de la naturaleza, vibraciones en el aire que se entrelazaban para crear la sensual figura de su majestad. Fue totalitaria en su poder, no hubo quien se negase a su encanto, de manera sincrónica todos fuimos súbditos de “La Reina del Sol”. Un vaivén de cabezas se prolongó ante su presencia hasta que anunció la culminación del ritual.
Allá en “El Llano Alto”, alejados de la banalidad de la existencia cotidiana, la puerta a la infinitud instrumental escupía descargas que se incrustaban en las paredes de nuestros cráneos. La densidad de la creación de El Páramo alcanzaba límites insondables. Poco a poco, el torrente que brotaba incesante de los instrumentos comenzó a virar. La ventisca eléctrica aplastante se fue tornando en un agujero negro, absorbiendo, engullendo todas aquellas preocupaciones de la mente humana. Lo retiró de nuestra cabeza al tiempo que El Páramo procedía a cerrar el canal infinito. Un instrumento tras otro. Primero las guitarras, tremendas en toda la actuación. Una y luego otra. Alucinantes. El bajo y la batería aún mantenían los últimos estertores del conducto transdimensional. El bajo unió sus últimas notas y agotó su profunda vitalidad, deshaciéndose en la percusión. Solo mantenía el nexo la batería, marcando un ritmo con redobles rigurosos que se tornó inesperadamente en un último solo, que clausuró con satisfacción el increíble concierto. El Páramo pudo irse realmente orgulloso de haber elevado el panorama de música instrumental más allá de la bóveda celeste. Una sensación de liberación inundó la sala El Sol de Madrid, traduciéndose en un oleaje de aplausos. Se consolida como un grupo altamente recomendable en la agenda de conciertos, rock pesado stoner instrumental de calidad impresionante.
Después de este torrente de sensaciones dejadas por el primer potente grupo, pudimos reencontrarnos con otra exquisitez musical.
Toques de jazz con fusión de Europa oriental de fondo, tíos con togas tocando en el escenario, gente hipnotizada alrededor, cual cobras encantadas: Mohama Saz en acción. La primera vez que les vi, una noche madrileña del año pasado, en la Siroco, acompañada de unos amigos, estuvimos de acuerdo: nos molaban y mucho. Un año y poco después volvíamos a verlos el día 10 de marzo en Madrid, a sentir el encanto oriental en la sala El Sol, acompañados de los potentes El Páramo (primeros en abrir la noche, seguidos de los Mohama), eso sí, sin las togas.
Opinión propia aparte, el pasado jueves 10 pudimos redescubrir la esencia del grupo, empezando con su intro (“Introyebel”), nos metieron en atmósfera para lo siguiente. La banda, compuesta por Sergio Ceballos (bajo), Javier Alonso (baglama y voz), Arturo Pueyo (clarinete y saxo) y Adrián Ceballos (batería) hicieron que el público se animase más que nunca tema tras tema.
Su “More Iran” un tema largo (homónimo al disco) lo interpretaría como el principal himno del grupo, ya que parecía que nos la sabíamos todos. En “Baklawa”, te sientes atraído y envuelto dentro de una espiral vertiginosa in crescendo, por culpa del clarinete. Ellos dicen que tienen influencias de grupos tan dispares como Triana, John Coltrane, o Primal Scream, por citar algunos de los más conocidos por estos lares. Lo que se nota, según los escuchas, es que tienen personalidad, tantos matices que es difícil distinguir de donde salen, pero ahí se encuentra la magia.
En “Recuerdos De Una Noche” empiezan casi oníricos para después regresar a terrenos andaluces. A mitad de concierto, hubo un tema que empezaron a alargar de forma sospechosa (había regalo esa noche): terminamos escuchando el recital de Rut Castronuovo subida al escenario, al compás de la música. Poesía kafkiana (fragmentos pertenecientes a “El Mono” de “Informe Para Una Academia”) y música improvisada de base con toques turcos, ¿qué más podíamos pedir? Aplausos instantáneos al terminar la joven, finalmente la sala se vino arriba y los siguientes temas que interpretaron fueron el post coitum: dos composiciones nuevas, y el resto del álbum “More Iran”.
Aunque esta fue la segunda vez que los presenciamos, repetiremos tan pronto sea posible, con tal de dejar que nuestra imaginación vuele y su música nos traslade a otros paisajes. Recomendables en directo sin duda.
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Crónica: Aston Wirz y Sara C. Mosquera
Fotos: Aston Wirz
Promotoras: Sound Isidro
Sala: El Sol
Fecha: 10-03-2016