Crónica Kristonfest, Jornada I (Santana 27, Bilbao)
O el tiempo pasa demasiado rápido o yo me estoy haciendo muy mayor (voto más por esta última opción), porque parece mentira que hayan pasado ya cinco ediciones de este festival que comenzaba allá por 2012 con la intención de trasladar desde Bilbao lo mejor de los sonidos más pétreos y enrevesados al resto del mundo. Festival de un día, cuatro bandas para no saturar al personal y tiramos para adelante. Pero qué carteles se lleva currando Noise On Tour desde sus comienzos. Basta repasar la lista de bandas que han pasado por el mismo para demostrar que no hace falta preparar un mega evento con cuatrocientas bandas de las que no ves ni un tercio con un apabullante cartel promocional en el que necesitas una lupa para intentar adivinar qué grupos participan en él. Por decisión propia, aprietos económicos o por la razón que fuera y que desconozco, prefirieron centrarse en la calidad más que en la cantidad y el tiempo les ha dado la razón. Grandes recuerdos me vienen a la mente aún de aquella primera edición que reventó la Santana 27 con la presencia de cuatro bandas del calibre de Church of Misery, Eyehategod, Corrosion Of Conformity y Down. Que además nos permitió ver cómo Pepper Keenan retornaba a sus C.O.C. aunque solo fuera durante dos temas, y quién sabe si de aquellos lodos surgieron los conciertazos (y el nuevo álbum) que se están metiendo ahora mismo los cuatro entre pecho y espalda.
No me voy a poner a repasar la lista de todas las bandas que han pasado por esa sala de fachada negra enclavada en mitad de un polígono desierto a lo largo de estos años porque podríamos estar hasta pasado mañana y porque muchos los conocéis y si no es el caso es bien fácil tirar de internet, pero la calidad que han juntado en estas cinco ediciones está muy por encima de festivales mucho más grandes que no arriesgan lo más mínimo trayendo siempre lo mismo y yendo a tiro hecho conociendo bien la respuesta elemental del metalero medio. Me pongo yo el primero de la fila, para que no se me enfade nadie por el comentario, pero es que es lo que hay y no reconocerlo es caer en el pozo de la mediocridad todavía más al fondo de lo habitual. Decía una sala en medio de un polígono…pero qué sala amiguetes. Porque estoy convencido de que ese es otro de los aciertos del festival. Un espacio amplio, sin columnas, escenario alto y grande que posibilita la vista desde cualquier rincón y con un sonido genial en todas las ediciones a las que he tenido el placer de asistir. Eso por no hablar de un ambiente de camaradería estupendo que flota por la sala y los exteriores de la misma. Siempre me resultó curioso y este año no iba a ser menos la mezcla final entre los que salíamos de la sala finalizado el último concierto y la legión de niñas y niños que se preparaban (aunque el 80% ya vienen más que preparados) para su sesión discotequera nocturna de fin de semana. Este año no iba a ser menos, aunque me sorprendió para mal ver que ya no era una legión sino un ejército completo lo que se dirigía a la sala en dirección contraria a la mía mientras caminaba hacia la estación de metro de Bolueta. En fin, dejemos los estudios sociológicos para otra ocasión y pensemos de momento que todavía quedamos un pequeño grupo de irreductibles galos…
Cuando saltaron las noticias de la nueva edición del festival, el mismo iba a ser de un solo día, costumbre habitual y con sus bandas ya confirmadas. Un sábado con cinco bandas más que atrayentes y que solo por eso ya justificaba el viaje a Vizcaya. Hete aquí que unas semanas más tarde no se les ocurre otra cosa a esta gente que añadir una segunda jornada que incluye ni más ni menos que a Santo Rostro, Trouble, Crowbar y los británicos Uncle Acid & The Deadbeats. Toma geroma pastillas de goma, el acabose. Ya no es que uno tuviera clara su asistencia con los participantes originales del sábado, es que con esta golosina (o más bien atracón de dulce) en forma de viernes el viaje pasaba de ser justificable a obligatorio a la misma velocidad que el tren bala japonés.
Llegamos a este primer día con una ciudad que recibe con buena temperatura pero cielo gris y lluvia intermitente. Mejor clima para el tipo de bandas que presenciaríamos más tarde imposible. Hasta esto parece que lo montan adrede. No llueve sin embargo durante el rápido trayecto en metro desde el centro hasta la sala y dos años después ahí estamos en la valla para presenciar la única actuación nacional del fin de semana, la de los jienenses Santo Rostro. Con dos grandes trabajos a sus espaldas, su homónimo debut (reseña aquí) y esa estupenda segunda entrega publicada por Discos Macarras que es “II: The Bleed” (reseña aquí), había ganas por mi parte de verles en vivo, porque aún no había tenido la ocasión. Mucha gente se los perdió, quizás por desconocimiento o por la habitual y desgraciada falta de interés en las propuestas locales, pero eso no le importó al trío andaluz para repasar ambos discos y temas nuevos en un gran concierto. Alguien que ya los había visto varias veces me comentaba más tarde: “nunca defraudan”. Cuánta razón querido, porque en los cuarenta minutos aproximados que duró su actuación desplegaron todos los elementos clásicos del doom/sludge lisérgico que les caracteriza, poniéndose tranquilos si hace falta y desatando la furia cuando la ocasión lo requiere.
Terminé gratamente sorprendido con Santo Rostro. Conocía sus obras discográficas pero uno ha aprendido con los años y a base de llevarse decepciones del copón, que hasta que no veas a la banda en cuestión en vivo no flipes en colores. Bien, en esta ocasión todo fue genial y puedo decir en voz alta que ya puedo flipar con los de Jaén. Sólidos como ellos solos y haciendo un metal de alta calidad como cada vez más se hace por estos lares. Más aún tras la triste, sorprendente y reciente desaparición de Horn Of The Rhino, esa banda madre natural precisamente de Bilbao. Compactos, densos, áridos…calificativos que sirven bien para poner en palabras lo que sobre el escenario nos ofrecieron Santo Rostro. Si en el País Vasco son numerosos los grupos de calidad que brotan en cuanto le das una patada a un bote, no nos olvidemos de la cantera sureña porque si empezamos a nombrar bandas no paramos y Santo Rostro son un buen ejemplo de ello. Menos chicha y más limoná. Ya estáis tardando en haceros con la discografía de esta gente y ellos en publicar ese tercer disco que han finiquitado recientemente. Estoy seguro de que Tony Iommi estaría de acuerdo.
¿A qué demonios viene la referencia al Padrino inglés del riff? Pues a que la sombra de éste y de sus compañeros de cuarenta y pico años de viaje alucinógeno era la protagonista absoluta de esta primera jornada del festival. Porque en todos y cada uno de los grupos del día se notaba su influencia desde Santurce a Bilbao viniendo por toda la orilla, y porque al final uno se acaba preguntando: “¿existe algún grupo en las decenas de tendencias musicales que rodean al rock de corte más duro que no haya sido influenciado por los de Birmingham?”. Pues no sé vosotros pero yo la respuesta la tengo clara: “NO”. El espíritu de Black Sabbath, que por esas casualidades de la vida se hallan inmersos ahora mismo en su gira definitiva de despedida (ésta vez parece que sí o sí), sobrevoló Bilbao la noche del viernes para alegrar los negros corazones musicales de los allí presentes.
Y es que si los ingleses Black Sabbath son los responsables últimos de la creación de estilos varios como el heavy metal, doom, stoner y tantas otras etiquetas más. Sus sucesores más inmediatos al otro lado del charco fueron sin duda Trouble (con el permiso de la gente de Saint Vitus o Pentagram). Desde su Illinois natal, ya en 1979 comenzaron a darle gas a una formación que en 1984 debutaba en formato larga duración con un primer disco que debería estar presente en las estanterías de cualquier seguidor del género. Auténtica piedra filosofal a la que siguieron grandísimas obras como “The Skull” o “Run To The Light”. Siempre fueron injustamente relevados a un segundo plano que en absoluto se merecían, a pesar de que grandes grupos que triunfaron muy por encima de ellos en cuanto a ventas y notoriedad portaban sus camisetas con orgullo y devoción. Una banda que realmente nunca llegó a desaparecer en ningún momento de estos 35 años pero que siempre se movió en el terreno más underground, aunque fuera en sus puestos más altos. Reivindicados hasta la saciedad por músicos y bandas, volvieron a la más rabiosa actualidad cuando hace tres años publicaron ese excelente “The Distortion Field”, recuperando para la labor vocal a un Kyle Thomas que ya estuvo con ellos durante una breve época a finales de los años noventa y que ha vuelto al redil para revitalizarlos y hacerles conseguir ese semi-éxito que en su momento se les negó.
Que sí, que Eric Wagner era la bomba y los más trues del asunto jamás se bajarán del burro, pero Thomas les aporta un toque de frescura que no creo que el primero fuera capaz de ofrecerles ahora mismo (algo que afirmo al menos hasta que no tenga la oportunidad de ver a sus actuales The Skull). Ya hace unos años tuve la ocasión de verles por primera vez en una de las ediciones del Day Of Doom en Barcelona y salí alucinando con lo que presencié. En aquella ocasión aún me pareció notar un poco, no fuera de lugar, pero sí despistadillo Thomas. No en lo vocal, que lo bordó, pero sí en cuanto a presencia escénica. Años después vuelvo a tener la ocasión de verles y me encuentro con una misma formación en un estado de forma excepcional. El concierto que se metieron los señores de Trouble fue de exposición permanente en un museo. Con sus dos guitarristas originales, Rick Wartell y Bruce Franklin, soltando riffs a cada cual más contundente y convincente, me trasladé directamente a mi más tierna juventud. La pareja rítmica que les acompaña a la batería (Mark Lira) y al bajo (Rob Hultz), no es que apoyen, es que redondean el círculo como la mejor de las lunas llenas. Y para colmo de bienes a Kyle Thomas se le ve muchísimo más suelto que la última vez e interactuando con el público con la misma maestría con la que sabe ponerse en segunda fila cuando el protagonismo del tema recae en la pareja guitarrista original. Un setlist trufado de clásicos como “The Sleeper”, “At The End Of My Daze”, “The Skull”, “The Eye”, a los que añaden temones de su último álbum como “When The Sky Comes Down”, para además ofrecernos una versión de “Supernaut” (no creo que haga falta decir de quién es el original) que nos quitó el hipo directamente. Como el propio Thomas mencionó al presentarla, si no sabes de qué va esto que viene ahora, mejor vuelve a la escuela. Sin desmerecer lo más mínimo al resto de actuaciones, no solamente de este primer día sino también del segundo, que todas ellas fueron de notable alto para arriba, yo me quedo con Trouble. Antológico.
Foto: Luis Montero (Play Loudness)
Con toda la tontería y como si hubiera sido un abrir y cerrar de ojos, los norteamericanos Crowbar llevan machacando cráneos la friolera de 25 años. Parece que fue ayer. La multitud de proyectos en los que siempre se ha visto envuelto su carismático líder Kirk Windstein no ha evitado que a lo largo de esta trayectoria siempre haya sacado tiempo para seguir publicando discos con el que es su proyecto más personal e intransferible, hasta el punto de que aunque haya perdido ya la cuenta, andarán por los 9 o 10 discos. Andan por Europa girando con la excusa del veinte aniversario de una de sus obras cumbre, “Broken Glass”, pero lo cierto es que no parece más que eso, una excusa para seguir haciendo lo que más le gusta a Windstein, pisar la carretera hasta desgastarla. Porque al final de dicho álbum no cayeron más de tres temas (“Conquering”, “Burn Your World” y “Like Broken Glass”) y el resto fue una colección de clásicos incluyendo ese grandioso tema que abre su último disco y que es “Walk With Knowledge Wisely”.
Crowbar son animales del escenario y como tales llevan años demostrando sobre las tablas su buen hacer, a pesar de los constantes cambios de formación provocados seguramente por esos infinitos proyectos alternativos de Windstein. Habiéndoles visto varias veces con anterioridad, me ofrecen lo que ya me esperaba, una gran demostración de calidad sobre las tablas. Todo sea dicho, también les he visto mejores conciertos. Creo que se les notaba un cierto aire de cansancio, no sé si provocado por ese infinito girar y girar y tocar y tocar allá dónde les reclamen. De hecho apenas terminaron su actuación se fueron, no sin que antes Kirk se pasara por el puesto de merchandising para firmar y hacerse fotos con todo aquel que se lo pidió con la cercanía y la amabilidad de la que siempre ha hecho gala, y a pesar de que ahí se le apreciaba claramente el cansancio mencionado previamente. Podrá no haber sido su mejor show, pero el más normal de los conciertos de Crowbar ya supera con creces al mejor de muchas otras bandas.
Los encargados de cerrar la primera jornada eran los londinenses Uncle Acid & The Deadbeats, otra de esas bandas que beben de la fuente de Black Sabbath hasta atragantarse con la sangre que mana de ella. Tercera vez que los veo. La primera fue hace tres años teloneando en Sheffield a una pequeñita banda británica a la que apenas he hecho mención en este rato (punto para el que lo acierte). La segunda hace apenas unos meses en Madrid, en sala pequeña, como cabezones del evento y con su setlist al completo. Ya entonces salí encantado. La tercera no podía ser menos. Entiendo que haya gente a la que la propuesta de estos caballeros les parezca monótona en ocasiones, pero para mi gusto y respetando muy mucho las opiniones de todo el mundo (que cada uno hace lo que quiere con su culo y bien hecho está), este viernes volvieron a dar otra masterclass. Bolazo de principio a fin destilando calidad a chorros por sus poros con esa peculiar propuesta de dos voces conjuntas cantando bajo el amparo de unos ritmos guitarreros de toma pan y moja. Cuatro discos más redondos que su forma les avalan y a repasarlos se dedicaron durante casi hora y media con una destreza que para sí muchos querrían.
Foto: Luis Montero (Play Loudness)
“Mind Crawler”, “Death´s Door”, “Poison Apple”, “Melody Lane” o “Withered Hand Of Evil” forman parte ya del imaginario colectivo del género por derecho propio y simplemente su presencia escénica con esas largas melenas tapándoles las caras bajo una iluminación cuasi maléfica ya predispone al más incrédulo de los presentes. Bajando un poco el tempo respecto al vendaval previo de Crowbar nos sumergieron en su particular mundo hasta dejarnos exhaustos de gozo. Con su sonido “de vinilo”, expresión que me gusta aplicar a aquellos grupos actuales que parecen surgidos de las mejores épocas de este formato, se llevaron de calle la sala Santana 27 poniendo un broche de oro a lo que fue una jornada simplemente perfecta. El sobrenombre de Uncle Acid de su vocalista y guitarra principal le viene que ni anillo al dedo. Los hermanos Rubinger a la segunda guitarra y voz, y a la batería (qué pegada tiene el tipo) dan lecciones por segundo. Y mientras tanto, Dean Millar al bajo te abrasa con sus ritmos. Un concierto sublime convertido en ceremonia ritual a la que solamente le falta aparecerse el macho cabrío cruzando el escenario de lado a lado. Una jodida maravilla.
Y así de contentos y satanizados todas y todos, abandonamos la sala hasta el día siguiente con la sensación de haber vivido algo genial. Dejamos paso a las hordas de “ni-nis” que esperan en la puerta o acuden en manada hacia su propio aquelarre maquinero y nos retiramos a nuestros aposentos con un ojo y una oreja puestos en lo que acabamos de vivir y el otro par dispuesto ya a que llegue cuanto antes la jornada sabatina, que prometía tanto o más que ésta y que será objeto de reseña en el próximo capítulo. Solamente un pero que nada tiene que ver además con la organización de tamaño evento, la que a mí al menos me pareció muy escasa presencia de público para lo que se nos presentaba de antemano. En fin, ellos se lo perdieron.
Vídeos Santo Rostro;
Vídeos Trouble;
Vídeos Crowbar;
Vídeos Uncle Acid & The Deadbeats;
Crónica: Jorge Iván Delgado López
Fotos: Dena Flows y Play Loudness
Vídeos: Jorge Iván Delgado López
Promotoras: Noise On Tour
Sala: Santana 27
Fecha: 13-05-2016