Crónica PiedraFest 2016, Jornada II (Wurlitzer Ballroom, Madrid)
Para el segundo día del Piedrafest quedarían las brasas del fuego violento que sacudió la noche anterior. En esta jornada, la fórmula va a pasar a ser mucho más oscura, arbitrada por géneros enredados en ambientes de tenebrosidad, en cierto modo siniestros, trepidantes en algunos momentos, pero en general absorbentes y atrapantes.
La noche comenzaría con la puesta en escena de un doom que resulta ser una elección bien escogida para comenzar la jornada. Con un reciente disco publicado por el mismo sello que organiza el festival, Grajo es como se llama esta formación de Córdoba y demuestra que mientras otros galopan por el sur, el doom abandona su hibernación cavernaria.
Un homónimo disco que llega tras otras publicaciones anteriores, pero que arraiga la naturaleza de esta banda en un funesto manifiesto de oscuridad. Adquiere tintes más space en muchas ocasiones, al igual que consigue desnivelarse hacia algo más stoner, pero el tema central de Grajo es doom en estado puro. Hay un elegante talento en la creación de atmósferas, elemento importante en cada uno de los cortes. De todos modos, no lograron lucir todo el potencial estratosférico que su música ofrece, sonando recluido y no envolvente… pero creo que esto será compensado de manera proporcional a los bolos que vaya habiendo a la espalda de Grajo.
Aprovecharon para dejar sonar cada uno de los temas de su último lanzamiento. Me gustaron especialmente “Golden Cementery (Betrayal)” y “Magic Eye”. Fue curioso ver de dónde salían ciertos sonidos que se escuchan en la composición, y una gozada dejarse guiar por una voz femenina por los angostos pasajes. Un grupo que estoy seguro que no defraudo a ningún amante del doom en el Piedrafest.
A partir de este punto la recta final del festival se convirtió en un descenso a la locura. Con motivo, quizá, de cercanía a fechas de energías contingentes, o quizá por otros motivos más allá de la comprensión cotidiana, El Altar del Holocausto encontró el mejor momento para aparecer en escena. Los salmantinos resultaron ser una sorpresa de doom/post-rock que amplió barreras. ¡Hermanos! Unidos en una temática pulida, definida en su sonido, en el decorado de su escenario, cruces que vaticinaban un clerical flagelamiento de tímpanos, El Altar del Holocausto es una verdadera joya de nuestra escena underground. “Eis Qui Sine Peccato Est Vestrum Primus In Illam Lapidem Mittat”. Sus caras, tapadas con una tela con tan solo dos agujeros para los ojos. El cuerpo, con una toga blanca hasta los tobillos. ¿Quiénes son? ¿Y qué más da? Paradójicamente, la despersonalización del músico a través de esconderse bajo el anonimato, hace que el sonido adopte una dimensión superior, oculta, mediante el embozo.
Brutales, absolutamente brutales en una actuación instrumental dirigida por un juego constante de intensidades tétricas y silencios ensordecedores. Secciones que tan pronto te sostienen en una atmósfera fúnebre, y que con una coherencia milagrosa, incrustan en las paredes del canal auditivo infalibles melodías rompecuellos. “El Que Es Bueno, Es Libre Aún Cuando Sea Esclavo; El Que Es Malo, Es Esclavo Aunque Sea Rey”. Un sosiego pesado que se fragua en campos vacíos y en una ejecución magnánima, que salvo ligeros contratiempos nada importantes, describen a este grupo más como un concepto que como conjunto musical. Sus temas fueron extensos, más recientes y más antiguos, con dedicación a su estrenado trabajo con el mismo nombre que la formación en “CRVCIS” que cerró su actuación. La comunión con el público acólito fue axiomática, lo cual sacralizó el último tramo del festival en elogios y aplausos para semejante espectáculo.
Milkilo representa el final del viaje, ya en una esfera en los márgenes de aquello que está en el universo musical conocido. Una maraña de enloquecimiento, enajenación, demencia, delirio, frenesí, éxtasis, alucinación progresiva. Progresivo realmente loco, muy experimental, de otra realidad. Son el dúo galo encargado de cerrar la primera edición del festival, y de abrir nuestro entendimiento en cuanto al orden que la música puede alcanzar. En apariencia más bien aleatoria, los temas de Milkilo son seres abyectos iluminados por una intensa luz fluorescente blanca en la oscuridad. Los temas de Milkilo son extraterrestres, como mínimo.
Hay pocas palabras para describir con exactitud lo que me transmite este grupo de Saint-Etienne. Se aconseja que antes de ir a verlos, pararse a escuchar sus temas y lejanamente moldearlos en la cabeza, para que este ciclón experimental no te haga sentir luego perdido en su concierto. Brutalmente trepidantes en “Kamet”. Milkilo culminó la noche del domingo con su grandísimo tema “Memories” en gritos crudos mezclados con ruido estático, retratándose como una alternativa adimensional que traspasa moldes, si no los rompe.
En definitiva, una primera edición que viene a mostrarnos a través de una organización cuidada en cuanto a tiempo de actuación y esquema coherente de grupos, el panorama actualizado de géneros rebuscados. El denominador común en la elección de las formaciones partícipes en el Piedrafest, parece ser el hecho de haber publicado un trabajo en el mismo año, lo cual un punto que eleva a categoría cinco estrellas la labor de la promotora. Es un evento para descubrir nuevos grupos, para escuchar los nuevos trabajos de bandas que ya conoces, y para pasarlo bien rodeado de melomanía. Felicito a Nooirax Producciones. Espero que el Piedrafest sea segunda edición y siga creciendo en una línea tan excelente como ha sido su nacimiento.
Crónica: Aston Wirz
Promotora: Nooirax Producciones
Sala: Wurlitzer Ballroom
Fecha: 30-10-2016