Crónica Sonic Blast Moledo 2017 – «Jornada I»; El cóctel veraniego de la felicidad y el doom
El día más doom de todo el año ocurre día viernes en Moledo. El letargo del monstruo llega a su fin, desplegando alas de oscuridad en un vuelo hacía el denso vórtice conjurado en el recinto del Sonic Blast 2017.Una jornada que va a estar marcada por sonidos terroríficos, rugidos tectónicos desde las profundidades más abyectas de la música. Un descenso a tinieblas cavernarias, chapoteos de una irrealidad oscura que conducen hacía nuestros consuelos más internos. Estoy hablando de la programación salvaje de la noche del viernes, aunque pudiera encajar con los urinarios del recinto de la piscina… Por fin ha llegado el momento, ¡bienvenidos al Sonic Blast!
El pistoletazo de salida viene de mano de los mejicanos Bar de Monjas, mientras se forman largas colas frente a la taquilla para lograr la pulsera. Pese a que el día anterior la organización ya puso a disposición de los asistentes el servicio para poner el pase en la muñeca, no dejaba de llegar gente para hacer más larga la espera. Pese a ello, el dúo mejicano tuvo el honor de dar un discurso de bienvenida bien cañero a los primeros que iban entrando, dejando claro que este festival no es para oídos endebles. El sol, sudor, baño en la piscina, cerveza barata, fumequeo, musicote del escenario directo a tu cóclea, el cóctel veraniego de la felicidad. A medida que el recinto se iba llenando, desde Asturias, toman el relevo unos Holy Mushroom que esbozan el carácter de un festival que invita a aventuras de lisergia. Un sonido cargado de psicodelia pesada, creando portales desde los que nos llaman unas voces desde los años setenta. It Was The Elf se tira en bomba a la piscina con su sonido stoner. Este grupo, que formó parte también del cartel del Monolithic Fest en Santiago de Compostela, quiere hacerse oír con un generador escondido en alguna esquina. Un formato que pega para un sol que cae a plomo, desértico, se apodera de un público sumido en una humeante magia y cerveza. Cerveza a un precio increíble para cualquier otro festival (1,50 el tercio, créetelo). Un concierto poderoso de It Was The Elf, con una voz que azuza a los instrumentos, no hay que perder de vista a este próximo exponente luso con camino aun por hacer. Los Stone Dead nos ofrecieron una propuesta muy jugosa, haciendo un rock alternativo cargado de potencia, saltándose un par de décadas y defendiendo una postura mucho más moderna. De algún modo, tenían facetas que podrían responder a la pregunta de cómo sería Oasis si hubiesen optado por el stoner. Black Bombaim, grupo portugués con un instrumental para quedarse aturdido, fue el cabeza de esta bienvenida. Un grupo que en edición pasada tuvo que caerse del barco por un dedo roto en la mano de su batería. Algo así como ha ocurrido con los Kadavar este año. La caída de Kadavar en el cartel supuso un bofetón para el público del Sonic Blast, ya que era una de las grandes bazas de la programación, a tan solo dos semanas de la fecha. Empezando la porra para las confirmaciones del año que viene, y así como ha ocurrido con Black Bombaim, estoy seguro que Kadavar vendrá a Moledo a redimir su desplante.
Para abrir y cerrar las actuaciones del “main stage” del Sonic Blast fueron escogidas las bandas que sustituirían el hueco de Kadavar. Inaugura la pedazo noche que tenemos por delante los israelitas The Great Machine, con un stoner frenético, animado y sofisticado en viscosidad a partes iguales. Manteniendo un equilibrio, una respiración de momentos de elevación riffera y descansos embrutecidos. Aptos para amantes de ese metal que posee las cervicales, el trio con su devoción a Black Sabbath y Led Zeppelin, expusieron su obra publicada con mucho amor este mismo año: “Love”. La primera parte de line-up del escenario principal sería un recibimiento con mucha energía, hasta la llegada del ocaso y con ella el reino de las tinieblas.
Para continuar con la danza al astro rey, The Well, banda de Texas, sería la siguiente ofrenda. Tanto se viene escribiendo en los angostos pasadizos de la biblioteca de la psicodelia y todos sus derivados, que a veces se echa de menos una banda que logre constreñir todo ese conocimiento en un códex definitivo. La hierática labor de reunir todos aquellos pergaminos y refundirlos en denso grimorio de esoterismo es The Well. La banda logra reunir muchos de los elementos que nos tienen hipnotizados en esta experiencia musical, en un compendio completo. Tenemos secciones desérticas más noventeras, liturgias de los grandes Sabbath, así como importantes detalles de las producciones de metal más actuales. Un grupo por el que asomarse a ver paisajes que ya conocemos.
Yuri Gagarin despegó su nave en un planeta del Sistema Solar, desde Moledo, mientras atardecía para sorprender con un directo instrumental al personal. Con mucha energía, un space rock potente nos embarca en el paseo cósmico donde podemos escuchar ecos de infinidad hinduísta. Un viaje, en el que el sold-out del Sonic Blast no dudó en sumarse y ondular a ritmos acelerados, agresivos, sometidos a la deformación sideral de unas pedaleras y sintetizadores alienígenas.
La meditación continúa con un sol que se eviscera en el horizonte. Desde otro lado del globo, venidos del país del sol que nace y no que muere, Kikagaku Moyo. El grupo cuyo nombre todo el mundo trataba de acertar, desprendió una creación artística dimensionalmente superior. Sofisticación en estado puro, los nipones atrapan unas vibraciones folk, reminiscencias puramente sesenteras. Kikagaku Moyo era la razón flower power del Sonic Blast, escogiendo un setlist pesado a la vez que caleidoscópico, posicionándose en el podio de esta edición como cabeza de cartel. Supusieron una transición con una riqueza y un tributo a las raíces más puras, apuntando hacia la densidad que estaba a punto de derramarse.
Monolord y Elder, dos pedazos de bandas con las que no se puede vacilar. Los primeros descuajaron los cuellos de sus fans, que los esperábamos como una de las estrellas del festival. Ese doom tan sludge, ese sludge tan doom. Estrellé mi cabeza contra el suelo y disfrute de esta segunda parte de la programación. Este grupo desde luego que comparte el podio del viernes en Moledo, majestuosos Monolord, arrugando el tejido de la realidad. Solo puedo decir que el 29 de Septiembre llega su nuevo disco “Rust”, y viene cargadito de buena negrura. Elder por su parte, continuó el mismo camino, con el recién estrenado “Reflections of a Floating World” (reseña aquí). Un directo que, a diferencia de aquello a lo que acostumbran, no tuvo unos visuales acompañando a la música. Aun así, menudo juego de luces que se gastan en el Sonic Blast. Con los japoneses fueron sorprendentes, con Elder también. De todos modos, quizá traía yo muy buenas expectativas frente a estos tíos, habiéndoles visto en otra intrépida ocasión y dejarme alucinado… pero no me gustaron del todo. Había algo que no estaba ecualizado bien, los volúmenes no estaban en su punto óptimo, siendo un bulto la voz en ocasiones. Elder es una banda de culto dentro de la música de culto, con alucinantes grabaciones, un portento. Por eso, pienso que la oportunidad que brindaba el sonido del Sonic Blast podía haber hecho un resultado mucho más envolvente. De todos modos, para nada fue un mal concierto, y se pudo disfrutar de la onda expansiva de Boston casi en todo su esplendor.
Cerrando así una noche de proporciones internacionales, la muerte cósmica, los Cosmic Dead como la segunda propuesta escogida para compensar el absentismo de los alemanes Kadavar, se presentan ante el público de Moledo. No hubo muchos convencidos en el momento del trueque, pero con la actuación en la que implementaron las brujerías más locas disiparon cualquier melancolía. De la oscuridad acabamos en un limbo liberador. Pocas memorias me quedan de un final de noche que me tuvo botando frente al escenario, en la cumbre, cerveza en mano.
Así cierra la primera jornada del Sonic Blast 2017, potente y oscura. La madrugada de Moledo aún tiene mucho que dar…
Crónica: Aston Wirz
Fotos: Káiron Vinicius
Fecha: 11-08-2017