El doom y la psicodelia unidos en el esperado estreno de Orbiter con “Hollow World”

 

Desde principios de año llevamos siguiendo la pista del esperado debut de una banda como Orbiter. La captación de esta señal se produjo mediante una explosión como fue “The Deluge” (reseña aquí), el EP que sirvió como primera toma de contacto a las puertas de una pandemia que recibía este corto aprovisionado con columnas de distorsión masiva en su interior.

El fichaje por Argonauta Records ha servido para propulsar la promoción de estos músicos de Helsinki, orquestados por la voz de la también cineasta Carolin Koss. Con todo esto, la fórmula stoner/doom como definición en la música de unos Orbiter en formación de cuarteto y llevando esa solvencia del rock más pesado a ciertas tendencias noventeras que le hacen acurrucarse por momentos en los vestigios de la siempre productiva Seattle.

Para muchos de los seguidores de esta web, esas simples premisas lo son todo para acalorarnos con su nueva propuesta. “Hollow World” muestra esa apariencia de llevarnos por rumbos inspirados en los escritos esenciales de los seminales Sleep, esa humeante estética fumeta de Belzebong o Dopelord, como contingentes referentes polacos, o la contundencia de Monolord, Cosmic Reaper o Spelljammer en su fusión.

Las dificultades de la vida y sobre todo la propia auto-destrucción llevada a cabo por la avaricia y el egoísmo del ser humano, son el itinerario de su narrativa. Con un diseño que pueda parecer simple, pero complejo en su aspecto definitivo, llevando esos crujientes riffs en su principal atracción y secciones rítmicas que aploman la fuerza bruta de Orbiter.

En un trabajo dónde su principal matiz es aplaudir esa correosa instrumentación, reina ese clima inquietante transmitido en todo el transcurso de “Hollow World”. También contamos con ese uso de efectos, siempre efectista como el sirope que rellena este helado de psicodelia pesada, tan característico en muchas bandas del gremio. Sus reverberaciones y diversidad de pedaleos, nos absorben en esa corriente heavy psych, golpeándonos con su riffs monolíticos.

El doom y la psicodelia vuelven a unirse sobre un mismo sendero. Con unos Orbiter y su primera década a punto de cumplirse a la vuelta de la esquina, la llegada de Carolin Koss el pasado 2019 le ha dado un lavado de cara ejemplar a la banda. Hay que reconocerlo, han tenido que pasar 9 años para ver su estreno larga duración, pero supongo que desde esa perspectiva cautivadora, la banda te atrapa rápidamente con ese ritmo persistente y ese torrente emocional que deja el relieve y la definición en algo más que un monstruo sonoro cayendo en cascada, basándose en su sonido repetido por tantas formaciones, pero que en muchos casos como este, sigue resultando igual de efectivo.

 

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