Bell Witch – “Future’s Shadow Part 1; The Clandestine Gate” (2023)
Doom Metal
El primer episodio de esta nueva saga titulada “Future’s Shadow”, como nueva obra expansiva de la banda Bell Witch, viene bajo el subtítulo de “The Clandestine Gate”. Con cierto retraso ha llegado a nuestro umbral psicodélico, siendo su estreno por todo lo alto en el marco del festival Roadburn Festival, el mismo día de su lanzamiento oficial, el dúo de Seattle está de vuelta usando prácticamente las mismas armas que una obra maestra cumbre a su carrera como fue “Mirror Reaper” (reseña aquí).
Nombró su trabajo anterior porque viendo sus 83 minutos de duración de esta única pista, rápidamente saltan las semejanzas, en otro acto de creación inmersiva por parte del dúo norteamericano.
Bell Witch poco a poco ha ido saliendo del pozo (valga la contradicción conforme a su estilo), tras la pérdida de su anterior batería Adrián Guerra. Fueron años duros los que finalizaban la anterior década con un Dylan Desmond quedando como único superviviente y sopesar esa idea tras la ausencia de Adrián intentando buscar el revulsivo ideal para suplir esa vacante inesperada. Al final, la llegada de Jesse Schreibman, poco a poco ha ido formalizando el sonido de Bell Witch por sus fueros más reconocidos. Ya vimos un pedazo de ese contorno tétrico en sus funciones con su colaboración con los atmosféricos Aerial Ruin en aquel “Stygian Bough Vol. 1” (reseña aquí), lanzado en plena pandemia.
El nuevo “The Clandestine Gate” supone la continuación oficial tras una leyenda ya reconocida del sonido pesado como es “Mirror Reaper” y hasta aquí llegan mis menciones y/o insinuaciones respecto a su anterior. ¿Por qué digo esto? Si entramos en la comparativa, estaremos ante el mayor de los errores. Aquí hablamos de una formación nueva que tras la tormenta, sus pérdidas, su intento de renacer de las cenizas y una posterior y fulminante pandemia, ha tenido que pasar por todo tipo de entresijos para que el nuevo álbum, conserve ese espíritu de superación y traiga la versión más recordada de ellos.
Bell Witch vuelve a sostenerse dentro de esa lenta suspensión por el abismo en un profundo estado de penetración. Su música es igual que el propio descenso, cada vez adentrándose más y más en la oscuridad. Un largo viaje de más de 80 minutos, como arquitectos de una creación parsimoniosa, inquietante y con momentos tan lúcidos como desafiantes en su largo abanico de prestaciones.
El crecimiento está ahí y ese deslizamiento característico de Bell Witch, intimida a través de esos órganos que orquestan sus primeros minutos, empañado de esa melodía aflictiva, y antesala de sus diversas transiciones sonoras.
En más de una hora, la banda se mete en todo tipo de atolladeros, añadiendo personalidad a su música, multiplicando su gran factor de matices. Esos riffs que miman al funeral doom, se establecen en la tormenta después de los momentos de templanza. Es ese equilibrio, el cuál yo considero fundamental en las composiciones de Bell Witch, el que hace penetrar en esta nueva historia, manteniéndonos pegados al asiento.
Oleadas de melancolía se suceden inexorablemente, conforme llegamos a los 25 minutos, se evocan los planos más siniestros de “The Clandestine Gate”. Aquí entramos en un estado totalmente espectral como novedad en el sonido de la banda. Reinando en su mayoría una sección rítmica con un bajo demoledor. Los mencionados crecimientos van llenando capa por capa todo esa fortaleza melodiosa, hasta llegar a los 60 minutos con el monólogo de un teclado sublime como antesala a entrar en ese tramo final totalmente espectacular del redondo, dónde Bell Witch emplea todas sus armas dentro de su fase más titánica.
El primer tomo de esta nueva trilogía embarcada por Bell Witch, deja las espadas en lo alto con el nuevo “The Clandestine Gate”. Los norteamericanos vuelven a introducirnos en un nuevo agujero negro, entrando en ese bucle vicioso y ambicioso de las largas cadenas de montaje. Durante más de 80 minutos, somos testigos en primera fila de meternos en este glacial apocalíptico en el que podemos notar como poco a poco esas propias paredes que custodian su abismo, llevan en sus ecos ese resquebrajamiento, manteniéndose fiel a los principios del dúo de Seattle.
Un nuevo golpe de gracia para ennegrecer aún más su sórdida atmosfera.
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