Sonidos Del Ayer; Bongripper – «The Great Barrier Reefer» (2006)
Bongripper inventaron el drone acústico con su primer disco. “The Great Barrier Reefer” (autoeditado, 2006) nace sobre una cuerda gruesa y bien tensada que son decenas de riffs monocordes, tan iguales como limpios, en peregrinaje hacia su tumba en el mar de fuzz. Son conducidos en trance por una monótona arenga de voz distorsionada, que te mantiene a la escucha mientras intentas descifrar lo que la letra dice. Solo logras quedarte con las sensaciones, básicamente estrés contenido, y refugiarte en el confort brindada en la repetición. La gran máquina de iterar solo demuestra su humanidad entre 06:10 y 06:20, ofreciendo la única prueba de que no se trata de un autómata de malestar, sino de un acto consciente y deliberado ejecutado – ¡no!, perpetrado – contra todo aquello mínimamente luminoso.
Un muro de distorfuzz y estática gruesa y lanuda, interrumpe tus cavilaciones para instaurar un nuevo reino de la periodicidad. La incomodidad se convierte en miedo mientras un riff aplastante evoluciona a tirones, como si le costase desprenderse de sus formas previas. Lo sacro perece bajo el fuego purificador de la ira y el riff crece y se retuerce, acompañado en sus primeros ciclos por violentos espasmos guturales. La furia se abre en flor y deja escapar presión en forma de melodías cada vez más y más claras. Tras tal brutal intensidad, la caldera se vacía y deja paso a un agradable y cálido riff, limpio y vibrante, que nos permite respirar. Tras unas pocas bocanadas ahora que el oleaje nos permite mantener la cabeza despejada, la distorsión vuelve y el ambiente sensible se vuelve a deshacer, primero en incoherencia y agitación, para posteriormente volver a hundirse en olas de decibelios rasgados.
Llegado este punto me pregunto, ¿cuál es la mejor manera de escuchar este disco, esta única canción? ¿Cómo puede llegar a abarcarse la inmensidad sin perder el mensaje? No conozco los deseos del cuarteto de Chicago pero este disco es la cara B de lo humano. Y eso es lo terrible y desasosegante de Bongripper, evocando algo tan cercano y familiar como crudo y despellejado. La agonía del pecado en el espejo, saber que tus miserias se leen en tus ojos y que tus iguales te reconocen.
El segundo acto hemos de caminarlo sobre la espina dorsal de un explosivo y triunfante riff avanzando con agilidad pesada mientras deja que sus escamas varíen de color. Caleidoscópicas modulaciones lo estiran y deforman mostrando cómo suena en todas sus dimensiones. Las melodías se doblan y entrelazan, y algunas se fracturan al desgastarse por repetición. Porque “The Great Barrier Reefer” es una constante repetición. Fragmento tras fragmento, todo queda agotado y sin sangre. Incluso aquellos movimientos que llegan a la cresta de la ola más alta… y los hay, los hay entre estos primeros pasajes y todos los que vienen a continuación. El Sol, la nieve, la costra de la piel, de la mierda y la moral. Es un álbum brutalmente crudo, honesto y delator. Habla de aberraciones y de ti y de mí. Y todo ello con la claridad y simpleza más espantosa.
Escucha el disco. El resto que no cuento aquí descúbrelo por tu cuenta. Habrá momentos en los que querrás saltar y romper cosas, otros en los que fantasearás con hacerte daño físico y a veces, solo a veces, podrás sentarte con los pies en remojo y mirar a un Sol brillante y abrasador. Pero merecerá la pena porque, ¿sabes qué? La última sección es un puente a la eternidad. Un agujero en un cielo gris-azul de óleo y estallidos de luz, y lo explotan. Lo repiten para machacar porque saben que es bueno. Incluso, más allá, diría épico. ¿De verdad quieres perderte ese pedazo de crescendo que se funde con el infinito?