Sonidos Del Ayer; Weedeater – «God Luck and Good Speed» (2007)
Sludge / Stoner / Doom
(Southern Lord Records)
Volvemos a nuestros viernes, volvemos a los clásicos, aunque estos no sean tan clásicos, volvemos, retomamos, reactivamos nuestros “Sonidos Del Ayer” y lo hacemos volviendo al fango de Carolina del Norte, a uno de los pináculos en la bestial discografía de Weedeater y a lo que muchos consideran el Santo Grial de este nuevo milenio en lo que se refiere al abrasivo sludge.
Cinco discos hasta la fecha respaldan el empuje máximo que representa en cada entrega un disco de Weedeater. ¿Stoner?, ¿sludge?, ¿doom?, por muchas etiquetas que les pongas, pondrán orientarte, pero nunca posicionarte. Aunque si es cierto que su frontman “Dixie” Collins es una eminencia para el género, es verdad que cuando escuchas un disco de Weedeater y ves el poder que desata su fuerza instrumental, no aceptamos copias, ni calcomanías. Estos tipos realmente son únicos en su especie.
“God Luck And Good Speed” es nuestro protagonista para cerrar la semana, el tercer asalto sónico del power trío de Wilmington posiblemente también sea su mejor disco hasta la fecha. Como si los planetas se alinearán y eligieron el momento perfecto con las piezas adecuadas para afrontar un nuevo asedio.
Dos discos como fueron su debut “… And Justice For Y’All” y el posterior “16 Tons”, iban allanando el camino para encontrar el mejor momento de la banda y crear “God Luck And Good Speed”. Lanzado originalmente a finales del mes de Julio del año 2007, por unos tipos que saben mucho de esto, Southern Lord.
A modo de anécdota, hay que decir que tras “16 Tons”, Weedeater siempre ha lanzado todos sus discos posteriores con cuatro años de diferencia entre ellos. Si tiramos de matemáticas y nos remontamos a “Goliathan” (reseña aquí) del año 2015, es muy posible que estos engullidores del buen verde, se manifiesten para el presente curso.
Deseos de un servidor aparte, pongamos nuestro punto de mira en el 2007, un gran año para el gremio sin duda. Si desde Holanda asistíamos al nacimiento de The Machine, sería desde Suecia dónde veríamos arrancar bandas como Kongh, Graveyard o Asteroid. Aquí en España, Viaje a 800 lanzaba su inmortal “Estampida de Trombones” (reseña aquí), mientras que en el norte del país, los vascos Positiva con “Centaur’s Ride” (reseña aquí) y Horn Of The Rhino y su “Breed The Chosen One” (reseña aquí) harían lo propio, pero en todo el universo underground, ninguna tormenta traería tales descargas como las que surgían desde la América profunda.
Con un nombre que incluso a muchos pueden tomárselo con poca seriedad, solo hay que adentrarse en el interior de sus redondos para ver de que están hechos. La portada, diseño el artista Arik Roper, en este caso puede ser el mismo reflejo de su arte, más allá de sus fangosos riffs y de la apisonadora que pueden llegar a ser a la hora de ponerse serios, cuando las cosas se hacen bien, se hacen bien desde un principio.
El aplastamiento de Weedeater es su principal y única misión con cada entrega y en su tercer LP las intenciones más que claras, son cristalinas. No hay quién los pare, el espectáculo registrado al final de “Weed Monkey”, la embestida implacable de “$20 Peanut” o el desgarro que ofrece “Wizard Fight”, podría ser la mejor prueba para ver de que materia está hecha la dureza de tus altavoces. Las raíces de la banda, sus guiños a sus influencias ancestrales, el ambiente sureño se empaca aquí con “For Evan’s Sake” o “It Is What It Is”, pesadísimo y encantador blues para seducir al más degenerado de todos nosotros. Las columnas de distorsión que levanta Weedeater son delicia pura para los oídos. Tremendo el cover que se marcan con “Gimme Back My Bullets”, y eso que muchos podrían decir eso de; “No tomarás el nombre de Van Zant en vano”. Al carajo, a su manera harían remover las cenizas del mismísimo Allen Collins.
Cualquiera amante del sonido pesado, tendría que tener en este disco a la gallina de los huevos de oro. Esto un genialidad, una hazaña, un logro de los propios Weedeater llevado a niveles supersónicos y lo más inimaginable de todo; detrás de esto, solo habían 3 tipos; Dave Collins, Dave Sheperd y Keith Kirkum, en otras palabras, “Dixie”, “Shep” y “Keko” para los amigos. La producción de Steve Albini es también otro culpable de este seísmo de proporciones catastróficas, en su justa medida para meterte en los mismísimos cenagales de Carolina del Norte hasta que la mierda te sepa a fresa. Maestros del boogie más fangoso, portadores del sludge más destructivo. ¡Buen fin de semana camaradas!